Se acercaba el cumpleaños de mi madre y aún no le había comprado nada.
Decidí irme al centro para ver si encontraba algo. Después de 3 largas horas
no encontré nada que me gustara, pero en una esquina una tienda me llamó
la atención. Parecía un bazar antiguo, tenía un aspecto sucio, siniestro
, macabro, diría yo. Decidí entrar; en el mostrador había un hombre un poco feo,
chepado y con un ojo de cristal. Despedía un olor sucio. Algo me sorprendió por
encima del resto de cosas: era un arlequín de porcelana sin expresión y con un
atuendo un poco cutre y oscuro.

Le dije al vendedor que me lo llevaba. Me comentó que sobre él pesaba una
maldición: que todos los que se lo han llevado han sufrido una desgracia mortal.

Según cuenta la leyenda existió un asesino llamado Clopi. Su atuendo era un disfraz
de arlequín y sus víctimas eran niños a los que mutilaba de todas las extremidades,
utilizando sus torsos como figuras decorativas. Un buen día, el asesino hizo un conjuro
y repartió su alma por todos los arlequines de porcelana y concretó que todo aquel
que se llevara uno sufriría una desgracia.

No hice caso al vendedor y me lo llevé. Cogí el coche, puse al arlequín en los
asientos
traseros. Iba por la carretera y había un paso a nivel, pero se podía pasar, así que
aceleré
a tope. De repente, una extraña fuerza me bloqueó el coche dejándome en mitad
de la vía,
no podía salir. Me fui a girar a ver si venía el tren y ahí lo tenía.

Se estampó con tal violencia que me mató en el acto, mi madre acudió al suceso.
Preguntó
si se había podido salvar algo, el policía le dijo que sí: un arlequín de porcelana,
el cual llevaba
una nota que decía:

'Felicidades mamá'.